Lore Hepner, la traductora del Archivo Judío de Chile
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Lore Hepner tiene la tremenda responsabilidad de traducir cada hoja, cada lista, cada diario que resguarda el Archivo Judío de Chile, porque si entender el idioma es indispensable para ser traductora, conocer el contexto y las referencias es igualmente importante, y ella es una traductora de calidad.
Lore es una mujer distinguida, de trato amable y dulce, cada vez que llega a la oficina del AJ.CL revisa delicadamente los papeles que debe traducir, se sumerge en ellos, como si el mundo desapareciera y las palabras se transformaran en su universo. Por sus manos pasan documentos que son parte de las vidas de refugiados judíos que, en distintas etapas, llegaron a Chile.
Hepner comprende lo que es salir de su país e instalarse en una tierra desconocida, ella misma fue refugiada, su historia bien podría ser una película: Su padre, Heinrich Hepner, un abogado de la corte de apelaciones de Berlín, fue detenido por las camisas pardas en su departamento y llevado al campo de concentración de Sachsenhausen por ser judío.
Su madre, Kaethe née Halberstam, movió todos los hilos posibles, y los imposibles, para lograr la libertad de su marido, así consiguió una visa a Cuba para la familia, trámite necesario para sacarlo de la cárcel, pero a esas alturas, Sachsenhausen había convertido a Hepner en un hombre gris y quebrado. Al regreso a casa, la pequeña Lore se escondió al verlo, tuvieron que pasar tres semanas para que se atreviera a tocarlo. Hasta el día de hoy Lore afirma, con tristeza, que su padre nunca volvió ser la persona que fue.
Heinrich debía recuperarse antes de emprender el viaje, y mientras tanto, mantener a salvo a los niños - Klaus, Ernst y Lore - así la pareja decide enviarlos en un transporte infantil hasta Holanda. Para la pequeña Lore, una niña vivaz y traviesa, el viaje era una aventura, pero llegar al campamento y compartir con otros 40 niñas y niños, se dió cuenta que la aventura no era tal, y Lore se enfermó. Con los años, sabría que de esos niñas y niños, casi ninguno sobreviviría, con excepción de ella, sus hermanos y unos pocos más.
En mayo de 1939, y con un padre fortalecido, el matrimonio Hepner sale de Alemania para siempre, recogen a sus hijos en Holanda, y viajan a Inglaterra, camino al puerto de Liverpool con destino a La Habana, Cuba. Lore recuerda la travesía de Europa al caribe como una experiencia fabulosa, los niños jugaban sin horarios ni limitaciones en un barco inmenso lleno de recovecos, mientras los padres planifican su nueva vida.
Al llegar a La Habana, el gobierno cubano prohíbe el ingreso a la familia Hepner y a otros 75 pasajeros: Las visas que poseían, entregadas por el consulado, eran falsas. El grupo debió continuar viaje en el barco que seguía camino al sur y que luego retornaría a Europa, pero la posibilidad de regresar al viejo continente generó pánico entre los refugiados, Lore escuchó como su padre decía que prefería morir antes de volver a Alemania. Estaban a la deriva, más aún cuando son obligados a desembarcar en altamar, para transbordar a un nuevo barco, que ya iba de regreso a Liverpool. Los Hepner y muchos otros - viejos, enfermos, niños, mujeres- volvían sin remedio. La desesperación duró hasta Panamá, allí, un rabino subió a la embarcación y anunció que el Gobierno Panameño los recibiría de manera provisoria hasta que consiguieran residencia en otro país. Lore recuerda el campamento de refugiados en Panamá como un paraíso, lleno de colores, calor, árboles frutales, amigas, amigos, sin embargo, sus padres vivían la angustia de ser apátridas. Gracias a la gestión del diplomático chileno José Ramón Gutiérrez, a quien conocieron en el barco, consiguieron visa para Chile, país del que ni siquiera habían escuchado.
Pasó mucho tiempo desde que los Hepner abandonaron Alemania, Lore ya tenía 10 años cuando recalaron en el puerto de Valparaíso. Camino en tren a Santiago, la niña se enamoró del paisaje, lleno de luz, flores, árboles, montañas y verdes infinitos. En la capital, la comunidad judía residente los apoyó, gracias a ellos se instalaron en una pensión en el centro; consiguieron trabajo y habitaron en una casa en la calle Darío Urzúa y, finalmente, la familia se instaló en Vicuña Mackenna con Santa Isabel.
Lore pudo ingresar al Colegio San Gabriel, su facilidad para los idiomas era sorprendente, y pronto dominaba el inglés, incluso más que el alemán, luego estudió en el “Liceo n° 1”, pero debió dejar el colegio y comenzar a trabajar muy pronto; por su conocimiento de inglés, alemán y español estudió secretariado bilingüe. Su habilidad con los idiomas, su inteligencia y calidad humana la llevó tener éxito profesional, se casó, tuvo dos hijos, y luego de décadas de trabajar, se jubiló en 1999. Hoy tiene seis nietos y ocho bisnietos. Nunca olvidó sus raíces ni a su familia, y escribió su historia y la de sus abuelos Adele y Wilhelm Halberstam, que murieron en Westerbork y Auschwitz, respectivamente.
Durante toda su vida mantuvo el vínculo con la cultura judía, sus ganas de conocer y aprender la hicieron una asidua asistente a las charlas del Centro de Estudios Judaicos de la Universidad de Chile. Fue así cómo se enteró que en el Archivo Judío de Chile buscaban traductora y se ofreció para el trabajo como voluntaria.
Lore es parte de nuestro equipo desde el inicio del AJ.CL, es difícil tener una colaboradora con la calidad humana inmensa de Lore Hepner, una traductora comprometida, con basto conocimiento y respetuosa de las historias que desfilan ante sus ojos. En el Archivo Judío de Chile nos sentimos privilegiados y honrados de tenerla en nuestro equipo.
Fotografía: Lore Hepner trabajando en el AJ.CL / Archivo Judío de Chile
Texto: AJ.CL
Fotografía portada / Fundación Memoria Viva
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